EL POTRO RODRIGO BUENO, A 20 AÑOS DE SU MUERTE

Perdió la vida en un accidente automovilístico, en su momento de mayor popularidad. Velocidad, excesos, picardía y una catarata de éxitos.

Con pelo azul murió. 27 años. Estirpe rockera. La misma edad que Jim Morrison, Amy Winehouse, Janis Joplin, Brian Jones. Antes de que el mito lo tiznara todo de idolatría hubo una primera noticia que fríamente decía: “El Potro Rodrigo, popular cantante cuartero, murió ayer en un accidente automovilístico cuando retornaba a Buenos Aires luego de brindar un show en City Bell”. La fecha de su muerte fue el 24 de junio de 2000, hace exactamente 20 años.

Ola polar en la noticia. Una parte tradicional del periodismo lo trataba con la distancia que seguramente le otorgaba el hecho de no estar del todo familiarizado con su figura. Hay que decirlo: Rodrigo fue lo mejor del amor. No hubo una relación, hubo un affaire. Pese a escribir “popular”, la reseña difundida llegaba con cierta indiferencia tácita hablando de “Rodrigo Alejandro Bueno”. En el mismo párrafo –urgente- aparecía que en el choque había fallecido también “Fernando Olmedo -hijo de Alberto Olmedo-, quien acompañaba al cantante en la camioneta Ford Explorer roja”.

24 de junio de 2000. 3.20 AM. Entre los kilómetros 24 y 25 de la Autopista La Plata-Buenos Aires. Altura Ezpeleta. Poco después de pasar el peaje. Curva cerrada. La camioneta la manejaba Rodrigo. La 4X4 Blazer blanca de vidrios polarizados ahoga el paso de la camioneta roja. Se sospecha de un atentado. Se habla de la “misteriosa camioneta blanca”. Rodrigo no llevaba puesto cinturón de seguridad. Fue despedido del vehículo. Su cabeza dio contra el suelo. Muerte instantánea.

Hace unos años salió una nueva teoría de su muerte, cuando el diario Crónica dejó entrever que las rutinas demenciales a las que era sometido el cantante habrían aumentado «su adrenalina». El new age entiende que la adrenalina puede ser un turbo que manipula nuestro corazón y libera una ola expansiva de energía extra y bienestar. Para las fuentes policiales consultadas por ese matutino, la adrenalina, “esa droga natural”, pudo ser un agente silencioso y nefasto.

«El ritmo que él tenía era imposible de aguantar para cualquier ser humano. Cuando un artista tiene el ritmo de presentaciones que llevaba Rodrigo, la adrenalina que genera el cuerpo comienza a ser una droga natural. Si ésta no se logra eliminar a través de la orina, puede ser fatal generando palpitaciones, exceso de fuerza y pérdida de la noción de la distancia….” señaló la Policía recordándolo al volante de la camioneta roja.

A todo esto, ya casi nadie se acuerda de la hipótesis de un posible asesinato por encargo.

FUENTE: DIARIO «CLARÍN».

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