El primero de los directores del Instituto sueco para la Biología Racial de Uppsala (Suecia) Herman Bernhard Lundborg (1868-1943) lo tenía muy claro: los nórdicos constituyen la raza superior y cualquier clase de mestizaje con indígenas sami de Laponia, romaníes, judíos, tornedalianos, fineses u otras minorías raciales debilitaría al pueblo escandinavo, al que atribuía el mayor grado de perfección humana incluso mucho antes de que nazis como el doctor Mengele trataran de servirse de la ciencia para apuntalar sus desvaríos racistas.
El Instituto estatal sueco de Biología Racial de Uppsala, fundado en 1922, contribuyó de forma muy significativa a que esas teorías eugenésicas se extendieran por Alemania, Estados Unidos o el resto de países escandinavos. Para sustentar sus prejuicios, Lundborg viajó a Laponia por primera vez en 1913 y comenzó a tomar medidas craneales de nativos a quienes alentaba a desnudarse. Tomaba fotografías, comparaba fisonomías, analizaba los pelos del pubis y, finalmente, clasificaba a los sujetos de su estudio en “superiores” o “inferiores”. Fue solo el primero de los muchos viajes que realizó a Sapmi -denominación nativa de Laponia- con la intención de legitimar el desvarío racista de la superioridad nórdica.
Gracias a una comisión relatora creada para investigar lo sucedido se sabe que Suecia esterilizó a 230.000 personas entre 1935 y 1996 en el contexto de un programa basado en la eugenesia y los conceptos de “higiene social y racial”. Las 63.000 esterilizaciones practicadas entre 1934 y 1975 tenían por finalidad garantizar la pureza de la raza nórdica. Esto fue posible, entre otras cosas, a leyes aprobadas con el consenso de todas las formaciones políticas del país. Ni la caída del nazismo marcó un hito en estas “soluciones finales” a la sueca. Ellos siguieron a la suya mientras la prensa internacional divulgaba panegíricos sobre las bondades de las sociedades escandinavas.
Entre mediados de los setenta y 1996 se esterilizaron a otras 166.000 personas, en la mitad de los casos de un modo consentido. El grueso de las víctimas de los últimos años fueron madres solas con hijos, alcohólicas, personas con patologías psiquiátricas o que vivían en la marginalidad. En las tandas anteriores, fueron los gitanos y los sami quienes se llevaron la peor parte.
Campañas semejantes fueron también implementadas en Francia, Canadá, EEUU, Suiza, Austria, Finlandia y Dinamarca. El máximo exponente de la eugenesia en España es el psiquiatra franquista Antonio Vallejo-Nájera, quienes estudió en 1939 a presos republicanos con la esperanza de demostrar “la perversión moral” de la izquierda.
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