Cada 19 de mayo, se celebra el Día mundial de la hepatitis. Es una campaña dirigida por la “Alianza Mundial de la Hepatitis” desde el año 2008, con el objetivo de concienciar a la población en general sobre estas afecciones, prevenir nuevas infecciones y mejorar los resultados de la salud de los enfermos que viven con hepatitis B y/o C, registró AIM.
Se indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), la hepatitis C es una enfermedad del hígado causada por el virus del mismo nombre; ese virus puede causar hepatitis, tanto aguda como crónica, cuya gravedad varía entre una dolencia leve que dura algunas semanas, y una enfermedad grave de por vida.
El virus de la hepatitis C se transmite a través de la sangre, y la mayoría de las infecciones se producen por exposición a pequeñas cantidades de sangre a través del consumo de drogas inyectables, de prácticas de inyección o de atención sanitaria poco seguras y de la transfusión de sangre y productos sanguíneos sin analizar.
– Se estima que hay en el mundo 71 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis C.
– Un número considerable de esas personas con infección crónica desarrollarán cirrosis o cáncer de hígado.
– Cada año mueren unas 399 000 personas debido a la hepatitis C, sobre todo por cirrosis y carcinoma hepatocelular.
– Los antivíricos pueden curar más del 95% de los casos de infección por el virus de la hepatitis C, lo que reduce el riesgo de muerte por cáncer de hígado y cirrosis, pero el acceso al diagnóstico y el tratamiento es limitado.
– En la actualidad no existe ninguna vacuna contra la hepatitis C, pero la investigación en esa esfera continúa.
– El virus de la hepatitis C (VHC) causa infección aguda y crónica. Por lo general, la infección aguda es asintomática y en raras ocasiones (o en ninguna) se asocia a una enfermedad potencialmente mortal. Aproximadamente un 15-45 por ciento de las personas infectadas elimina el virus espontáneamente en un plazo de seis meses, sin necesidad de tratamiento alguno.
– El 60-80 por ciento restante desarrollará infección crónica, y en estos casos el riesgo de cirrosis hepática a los 20 años es del 15-30 por ciento.
Transmisión
El virus de la hepatitis C se transmite por la sangre. Generalmente se transmite:
-al consumir drogas inyectables y compartir el material de inyección;
-en entornos sanitarios, debido a la reutilización o la esterilización inadecuada de equipo médico, especialmente jeringas y agujas;
-a través de transfusiones de sangre y productos sanguíneos sin analizar.
El VHC también se puede transmitir por vía sexual y pasar de la madre infectada a su hijo, aunque estas formas de transmisión son menos frecuentes.
La hepatitis C no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto ocasional, por ejemplo, abrazos, besos y comidas o bebidas compartidas con una persona infectada.
Las estimaciones obtenidas por modelización indican que en el mundo hubo 1,75 millones de nuevas infecciones por VHC en 2015 (23,7 por 100 000 personas).
Síntomas
El período de incubación de la hepatitis C puede variar de dos semanas a seis meses. Tras la infección inicial, aproximadamente un 80% de los casos no presentan síntomas. Aquellos con sintomatología aguda pueden presentar fiebre, cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orinas oscuras, heces claras, dolores articulares e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).
Diagnóstico
Dado que la infección aguda por el VHC es generalmente asintomática, pocos son los casos diagnosticados en la fase aguda. A menudo, la infección crónica por el VHC también queda sin diagnosticar porque se mantiene asintomática hasta décadas después, cuando aparecen síntomas secundarios al daño hepático grave.
La infección con el VHC se diagnostica en dos etapas:
La detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica revela la infección.
Si los anticuerpos anti-VHC son positivos, para confirmar la infección crónica se necesita una prueba que detecte el ácido ribonucleico (RNA) del virus. Ello es así porque un 30% de las personas infectadas por el VHC eliminan espontáneamente la infección mediante una respuesta inmunitaria fuerte, sin necesidad de tratamiento, y aunque ya no estén infectadas seguirán teniendo los anticuerpos anti-VHC positivos.
Una vez diagnosticada una hepatitis C crónica se deberá evaluar el grado de daño hepático (fibrosis o cirrosis). Esto puede hacerse por biopsia hepática o por diversas pruebas no invasivas.
Además, se debería realizar una prueba de laboratorio para identificar el genotipo del virus. Hay seis genotipos del VHC, y su respuesta al tratamiento es diferente. Por otra parte, una misma persona puede estar infectada por más de un genotipo. El grado de daño hepático y el genotipo del virus se utilizan para orientar las decisiones terapéuticas y la conducta clínica.
Hacerse las pruebas
El diagnóstico precoz puede prevenir problemas de salud derivados de la infección, y también la transmisión del virus. La OMS recomienda el cribado en personas que puedan correr un alto riesgo de infección.
Los grupos de población más expuestos al riesgo de infección por el VHC son:
los consumidores de drogas inyectables;
los consumidores de drogas por vía intranasal;
los receptores de productos sanguíneos infectados, y los pacientes sometidos a intervenciones invasivas en centros sanitarios cuyas prácticas de control de la infección son inapropiadas;
los niños nacidos de madres infectadas por el VHC;
personas cuyas parejas sexuales están infectadas por el VHC;
personas infectadas por el VIH;
reclusos o exreclusos, y
personas que hayan tenido tatuajes o perforaciones ornamentales (piercings).
De los 36,7 millones de personas que se calcula que hay en el mundo infectadas por el VIH, unos 2,3 millones tienen pruebas serológicas de infección pasada o presente por el VHC. En las personas infectadas por el VIH, la prevalencia de anticuerpos anti-VHC era del 6,2%. Las hepatopatías representan una importante causa de morbilidad y mortalidad entre los infectados por el VIH.
Tratamiento
La hepatitis C no siempre requiere tratamiento, porque en algunas personas la respuesta inmunitaria eliminará la infección espontáneamente y algunas personas con infección crónica no llegan a presentar daño hepático. Cuando el tratamiento es necesario, el objetivo es la curación. La tasa de curación depende de algunos factores tales como la cepa del virus y el tipo de tratamiento que se dispensa.
El tratamiento de la hepatitis C está cambiando rápidamente. El sofosbuvir, el daclatasvir y la combinación de sofosbuvir/ledipasvir forman parte de los tratamientos preferidos en las directrices de la OMS, y pueden lograr tasas de curación superiores al 95%.
Estos medicamentos son mucho más eficaces y seguros, y mejor tolerados que los tratamientos antiguos. El tratamiento con antivíricos de acción directa (AAD) puede curar a la mayoría de las personas infectadas por el VHC y es más breve (normalmente 12 semanas). La OMS está actualizando sus directrices terapéuticas para incluir los tratamientos con AAD pangenotípicos y simplificar el monitoreo de laboratorio. Sin embargo, el interferón pegilado y la ribavirina siguen teniendo una aplicación muy limitada en algunas circunstancias. Aunque los costos de producción son bajos, los AAD antivíricos siguen siendo muy caros en muchos países de ingresos altos y medianos-altos. Sus precios se han reducido drásticamente en algunos países (sobre todo de ingresos bajos), gracias a la introducción de genéricos.
El acceso al tratamiento del VHC está mejorando, pero sigue siendo limitado. En 2015, de los 71 millones de personas que había en el mundo infectadas por este virus, solo el 20% (14 millones) estaban diagnosticadas. Ese mismo año, solo se inició el tratamiento en el 7,4% de los casos diagnosticados (1,1 millones). En 2016 se trataron 1,76 millones de personas más, con lo que la cobertura mundial del tratamiento curativo de la hepatitis C se elevó al 13%. Queda mucho por hacer para que el mundo alcance de aquí a 2030 la meta de una cobertura terapéutica del 80%.
Prevención
Prevención primaria
Como no hay vacunas para prevenir la infección por el VHC, la prevención depende de la reducción del riesgo de exposición al virus en el entorno sanitario, en los grupos de población de alto riesgo, como los consumidores de drogas inyectables, y en los contactos sexuales.
A continuación se enumeran algunos ejemplos de intervenciones de prevención primaria recomendadas por la OMS:
-higiene de las manos, incluida la preparación de las manos para la cirugía, el lavado de las manos y el uso de guantes;
-uso seguro y apropiado de las inyecciones en la atención sanitaria;
-manipulación y eliminación segura de objetos afilados y desechos;
-prestación de servicios integrales de reducción de daños a los consumidores de drogas inyectables, por ejemplo proporcionando material de inyección estéril;
-análisis de la sangre donada para detectar las hepatitis B y C (así como el VIH y la sífilis);
-capacitación del personal sanitario; y promoción del uso correcto y sistemático de preservativos.
Prevención secundaria y terciaria
Para las personas infectadas por el virus de la hepatitis C la OMS recomienda:
-información y asesoramiento sobre opciones de atención y tratamiento;
-vacunación contra las hepatitis A y B para prevenir la coinfección por esos virus y proteger el hígado;
-tratamiento médico temprano y adecuado, incluida, si procede, la terapia antivírica; y
-seguimiento periódico para el diagnóstico precoz de la enfermedad hepática crónica.
Detección, atención y tratamiento de las personas infectadas por el VHC
En abril de 2016 la OMS actualizó sus Directrices para la detección, atención y tratamiento de las personas con hepatitis C crónica, que complementan las orientaciones ya existentes de la Organización con respecto a la prevención de la transmisión de virus por la sangre, entre ellos el VHC.
Están dirigidas a instancias normativas, funcionarios gubernamentales y encargados de desarrollar programas de detección del VHC y de atención y tratamiento de las personas infectadas en países de ingresos bajos y medianos. Esas directrices ayudarán a ampliar los servicios de tratamiento para pacientes con VHC, por cuanto ofrecen recomendaciones clave en esas áreas y examinan consideraciones relativas a la aplicación.
Directrices para la detección, atención y tratamiento de las personas con hepatitis C crónica – en inglés
En 2015 solo se inició el tratamiento en el 7 por ciento de los casos diagnosticados (1,1 millones) a nivel mundial. Aproximadamente la mitad de los casos en los que se inició un tratamiento en 2015 recibieron AAD. El número acumulado a lo largo de los años de casos mundiales tratados alcanzó los 5,4 millones en 2015. La mayoría de los pacientes tratados antes de 2015 recibieron tratamientos más antiguos, principalmente los basados en el interferón.
Resumen de las principales recomendaciones
Recomendaciones sobre la detección de la infección por el VHC
1. Cribado para identificar a las personas infectadas por el VHC
Se recomienda proponer la realización de pruebas serológicas a personas pertenecientes a grupos de población con elevada prevalencia de infección por el VHC o con antecedentes de exposición o comportamientos de riesgo.
2. Cuándo confirmar el diagnóstico de infección crónica por el VHC
Si las pruebas serológicas son positivas se recomienda la realización posterior de una prueba de detección del RNA del VHC, a fin de confirmar el diagnóstico de infección crónica. Las pruebas de detección del RNA del VHC también se recomiendan para determinar si hay que administrar un tratamiento para la hepatitis C.
Recomendaciones sobre la atención a las personas infectadas por el VHC
3. Detección del consumo de alcohol y asesoramiento para reducir el consumo moderado y alto
Se recomienda evaluar el consumo de alcohol de todas las personas infectadas por el VHC y, posteriormente, ofrecer una intervención destinada a reducirlo si es moderado o alto.
4. Evaluación del grado de fibrosis y cirrosis del hígado
En entornos con escasos recursos se recomienda evaluar la fibrosis hepática mediante la determinación de la razón entre la aspartato-aminotransferasa y las plaquetas (APRI) o un índice similar (FIB4), en vez de otras pruebas no invasivas que requieren más recursos, como la elastografía o el denominado Fibrotest.
Recomendaciones sobre el tratamiento de la hepatitis C
5. Evaluación para el tratamiento
Se debería evaluar la posibilidad de administrar tratamiento antivírico en todos los adultos y niños con infección crónica por el VHC.
6. Tratamiento con AAD
La OMS recomienda los tratamientos basados en los AAD para todos los pacientes con hepatitis C, excepto algunos casos concretos en los que todavía se pueden utilizar los tratamientos basados en el interferón (tratamiento alternativo para pacientes infectados por VHC de los genotipos 5 o 6 y para pacientes infectados por VHC del genotipo 3 que también presenten cirrosis).
7. Deberían abandonarse el telaprevir y el boceprevir
Estos dos AAD de primera generación, que se administran junto con interferón pegilado y ribavirina, eran los recomendados en las directrices de 2014. Sin embargo, ahora hay pruebas de que los efectos adversos son más frecuentes, y la curación más rara, con estos fármacos que con los AAD más recientes. Por consiguiente, la OMS ya no los recomienda.
8. La OMS recomienda tratamientos con AAD alternativos, basándolos en el genotipo y la cirrosis
El grupo que elaboró las directrices examinó todos los datos disponibles (más de 200 estudios) para determinar los tratamientos más eficaces y seguros para cada uno de los 6 genotipos.