Si hay algo que hasta ahora evidenció la vacuna experimental de Oxford-AstraZeneca contra el COVID-19 es que además de sintetizar ciencia aplicada de excelencia, demostró capacidad de resiliencia. Le tocó sortear informaciones negativas sobre los efectos adversos de voluntarios en la Fase 3 -que aún no culminó- y también tuvo que explicar su relación de origen con los monos, debido a que la plataforma de esta vacuna usa virus de chimpacés como vector para lograr la inmunidad en el organismo.
En el medio de esta marea informativa, propia de la sobreinformación que provoca este tiempo pandémico, ante lo inminente el momento Eureka! frente al COVID-19, nunca perdió su objetivo esencial: hallar la cura del coronavirus SARS-CoV-2. Y mientras la carrera científica global sigue aconteciendo, a los científicos de Oxford y al laboratorio de origen sueco les apareció una aliada de lujo -no oficial y sin buscarla- que es la médica argentina Marta Cohen, radicada hace 17 años en Sheffield, Reino Unido, y distinguida recientemente por la realeza británica por su trabajo de más de una década especializado en la investigación de la muerte súbita de niños lactantes,
Cohen nacida y formada como médica en la Argentina – más precidamente en la Universidad de Medicina de La Plata- desde que en el verano europeo comenzó la pandemia siguió -paso a paso- como una rigurosa cronista especializada el avance de la vacuna de la casa de estudios inglesa. Sin saber que el destino en su calidad de argentina le iba a reservar una grata sorpresa: la noticia de que la vacuna de la Universidad de Oxford en alianza con AstraZeneca se iba a producir en Argentina para el resto de America Latina a través de la local mAbxcience. El desafio para Cohen fue doble.
Justamente para perfilar el debate científico sobre esta vacuna, recientemente, el propio director ejecutivo del laboratorio AstraZeneca, Pascal Soriot, argumentó con solidez en un comunicado oficial que, “la desinformación es un claro riesgo para la salud pública. Insto a que utilicen fuentes confiables de información, a que confíen en las agencias reguladoras y recuerden los enormes beneficios que las vacunas y los medicamentos continúan brindando a la humanidad”.
Siempre apuntando a que la información sobre las vacunas, no logren esmerilar su potente valor social y menos que empoderen a los grupos antivacunas, quienes miran agazapados el devenir de la noticias científicas.