Las cremas faciales antiarrugas, espectaculares con la moda de hoy y hasta las películas en cartelera siempre retratan a protagonistas jóvenes; los medios de comunicación promocionan que el ser joven determina el valor de las personas. Desde siempre ha existido el rechazo hacia los adultos mayores, pero ha sido tan normalizado que pasamos por alto el elefante rosa que ocupa la habitación entera: el edadismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el edadismo como “los estereotipos (cómo pensamos), prejuicios (cómo sentimos) y discriminación (cómo actuamos) hacia otras personas o nosotros mismos basados en la edad”. Mientras que este tipo de discriminación afecta a todas las personas desde la niñez en adelante, este es mucho más notable en el sector de la tercera edad; donde globalmente, una de cada dos personas discrimina a otros basados en la edad. Lo cual resulta irónico, porque nadie se salva del envejecimiento y al final, sería como discriminarse a uno mismo.
Pensémoslo. Cuando vemos a una persona mayor utilizando las redes sociales del momento nos impresionamos, o también cuando les hablamos de manera lenta y pausada desde el primer momento lo consideramos como un estilo de “etiqueta” hacia estas personas. Estos son algunos ejemplos de edadismo que hemos adoptado y estandarizado, pero debemos tener en cuenta que puede tener consecuencias negativas en la salud, bienestar y derechos humanos de la persona; incluso en la percepción de ellos mismos.
A causa de cómo los medios de comunicación han retratado al sector de la tercera edad a lo largo de los años, los estereotipos que los caracterizan se enfocan en el deterioro de su salud mental y física, retratándolos como incompetentes, inútiles, olvidadizos, no atractivos, aislados, etc. Esta mentalidad es muy dañina por lo que se ha demostrado que personas que adoptan esta manera de pensar llegan a morir alrededor de 7.5 años antes de lo que lo harían otras con una perspectiva más positiva hacia el envejecimiento.
Pensémoslo. Cuando vemos a una persona mayor utilizando las redes sociales del momento nos impresionamos, o también cuando les hablamos de manera lenta y pausada desde el primer momento lo consideramos como un estilo de “etiqueta” hacia estas personas. Estos son algunos ejemplos de edadismo que hemos adoptado y estandarizado, pero debemos tener en cuenta que puede tener consecuencias negativas en la salud, bienestar y derechos humanos de la persona; incluso en la percepción de ellos mismos.
A causa de cómo los medios de comunicación han retratado al sector de la tercera edad a lo largo de los años, los estereotipos que los caracterizan se enfocan en el deterioro de su salud mental y física, retratándolos como incompetentes, inútiles, olvidadizos, no atractivos, aislados, etc. Esta mentalidad es muy dañina por lo que se ha demostrado que personas que adoptan esta manera de pensar llegan a morir alrededor de 7.5 años antes de lo que lo harían otras con una perspectiva más positiva hacia el envejecimiento.
¿Y por qué una persona mayor debería de aprender si ya sabe cómo trabajar o está cómodamente retirado? Fácil, para tener un buen estado emocional y tener una mente y cuerpo sano para esta etapa de la vida. Cabe recalcar que no es suficiente con mantener una mente sana, sino que debemos hacerla crecer. Hemos escuchado que, con el fin de evitar el declive cognitivo, las personas mayores deben activar su mente a través de actividades como crucigramas o manteniendo una dieta saludable, sin embargo, aprender habilidades que hagan crecer el cerebro es mucho más beneficioso que mantenerlo activo. De hecho, estudios comprueban que aprender habilidades del día a día (usar un smartphone, aprender un idioma, pintar, etc.) mejoran los procesos y habilidades cognitivas de adultos mayores.
Otra razón para continuar aprendiendo durante esta etapa de la vida, es para que la persona pueda vivir su independencia. En vista de que todo hoy en día es tan cambiante y dependiente de la tecnología, es necesario actualizarse constantemente en las nuevas tendencias para no incentivar la dependencia funcional en otras personas y poder hacer las cosas uno mismo.
FUENTE: “INFOBAE”.